Capitulo 36: Esos ojos que han devuelto la alegría al rostro de una madre.

Hola hola tributos :) aquí tenéis el capitulo que os prometía el 36 o-o y bueno quiero dedicárselo a mi querida Anneth :) que la quiero con locura y me apoya muchísimo. Nena que te quiero :,) Gracias por todo. Sin ti y las demás nenas me hubiera ido hace mucho! Pues nada aqui teneís el cap espero que os guste mucho. Y os animo a que cada uno de vosotros tributo tengais una pequeña Anneth en vuestra vida xD

Y la canción del capitulo es una de sia :3 he puesto esta canción porque es como se debe sentir Annie tras la perdida de Finnick y todo lo que ha pasado. Espero que os guste :)

36 

Esos ojos que han devuelto la alegría al rostro de una madre. 

Annie se levanta, se acerca a mí y extiende su mano en mi dirección. Dudosa agarro sus delicadas manos entre mis dedos. De un pequeño impulso me pongo en pie y dejo que annie me conduzca por toda la habitación. Antes de salir por completo del salón mis ojos se dirigen a Peeta y él me corresponde con una preciosa y cómplice sonrisa. Lo miro fijamente hasta que la pared tapa toda visibilidad posible con el chico del pan. Annie me conduce emocionada por toda la casa. Subimos la escalera de madera de pino tallada a mano, ajetreadamente. Me fijo curiosa en la decoración, sobre todo en las paredes. Están vestidas de unas llamativas telas algunas de colores vivos y otras con finos dibujos. Pero no hay ningún cuadro… ni un solo cuadro, ni una sola foto. Ni un solo recuerdo. La planta superior de la casa es algo más cálida que la inferior. Annie deja escapar una pequeña risa nerviosa cuando se detiene en seco ante una puerta blanca. Se gira y me mira con sus enormes ojos, más abiertos que nunca.

-¿Estas preparada?-me pregunta ilusionada.

-Sí-respondo inquieta y algo dudosa. Estoy a punto de conocer al hijo de Finnick, todavía no lo he asimilado, ni puedo imaginar mi reacción si se parece a él. ¿Qué haría? ¿Cómo he de reaccionar? Annie toma aire y abre la puerta poco a poco. Me adentro en una cálida y gran habitación. Quedándome de pie junto a la puerta. Un gran ventanal preside el centro de la pared frontal. Tapado por unas grandes dobles cortinas. Annie se acerca rápidamente a la ventana, agarra la cortina opaca retirándola y dejando solamente el pequeño visillo transparente. La luz azulada inunda la habitación dejando visible toda la habitación ante mis ojos. A ambos lados del ventanal dos enormes cuadros se alzan sobre la pared. Desde que llegué los primeros que he visto en toda la casa. Dos enormes cuadros individuales pero enlazados entre sí. Juntos uno al lado del otro verías un solo cuadro. Una larga playa en la noche y un precioso mar en calma ocupan la mayoría del cuadro. Pero lo que llama la atención y deja claro el enlace de ambos cuadros es que la luna está partida. Mitad y mitad en cada uno insinuando que el ventanal es el centro de la luna. Recorro con la mirada el resto de la habitación, paredes amarillo pálido, numerosos juguetes, muebles de delicada madera y una pequeña y frágil cuna en el lado derecho de la habitación. Annie me espera junto a ella.

Me acerco poco a poco, hasta que estoy a pocos centímetros de ellos. Sin pensármelo ni un solo momento, me asomo a la cuna. Mi boca se entreabre, tantas palabras me inundan la mente pero solo soy capaz de susurrar un leve: oh.

Un pequeño bebe descansa cómodamente en su cama, de piel dorada y un corto cabello color bronce. Parece que la claridad de la habitación le molesta asique aprieta levemente sus pequeños ojos, resistiendo la despedida del sueño. En un acto reflejo, meto mi mano en la cuna dirigiéndola a las rosadas mejillas de bebe, acariciando delicadamente su suave piel. La viva imagen de su padre. Con esa burbujeante belleza natural. Un remolino de sentimientos nace dentro de mí. Recuerdo la primera vez que lo conocí. En la apertura del Vasallaje de los Veinticinco cuando Peeta, yo y los demás tributos esperábamos el comienzo del desfile. Cuando él se acerco con su típica sonrisa y me ofreció un azucarillo. Cuando la idea que tenía hacía él era matarlo cuanto antes. Pequeños flashback pasan rápidamente ante mis ojos: cuando me ofreció clases de tridente a cambio de unas lecciones de tiro con arco, la propuesta de alianza, el brazalete de oro, cuando salvó a Peeta, su dolorosa muerte, la risa de Mags, el paracaídas de plata con el tridente haciéndole vencedor en sus juegos, su obsesión por hacer nudos con una cuerda para poder distraerse, sus bromas, la felicidad en sus ojos al tener a Annie a su lado y la perseverancia de mantener las manos de ella entre las suyas por miedo a perderla de nuevo.

-Es adorable Annie, muchas felicidades-exclamo mirándola a los ojos. Ella me corresponde con una sonrisa brillante-El pequeño Finnick-susurro bajando la mirada de nuevo hacia la hermosa criatura.

-No se llama Finnick, se llama Finn-me corrige amablemente Annie.

-¿Finn? Claro Finn es la abreviatura de Finnick ¿verdad?-pregunto interesada ante el afán de Annie por corregirme.

-No, no es una abreviatura. Es Finn solo. La mezcla entre mi nombre y el de… el de… el de él-susurra Annie mientras su voz va perdiendo fuerza y alegría al terminar la frase. Su rostro se oscurece por momentos. Temo haber sacado un doloroso y reciente tema. La cara de Annie vuelve a iluminarse, soltando una enorme carcajada hacia la cuna. Giro la cara prestando atención al bebe. Ya no está dormido, nos observa curioso con sus enormes ojos verde oscuro. Esos ojos que han devuelto la alegría al rostro de una madre. Annie lo recoge con facilidad entre sus manos acercándolo a su cuerpo.

-Tiene tus ojos-exclamo emocionada.

-Lo sé-susurra Annie acercando su cara a la del bebe, rozando nariz con nariz dulcemente. Haciéndole una bonita carantoña. El pequeño Finn palpa el rostro de su madre, mirándola directamente a los ojos. Agradeciéndole su despertar. Annie me mira sonriente.

-Ten-dice ofreciéndome al bebe. Torpemente lo recojo entre mis brazos acercándolo a mi pecho. El pequeño Finn se acomoda, moldeándose a mi cuerpo. Agarra uno de mis castaños mechones entre sus dedos.

-Siéntate-exclama Annie alegre señalando la pequeña butaca que hay junto a la cuna-tengo que colocar en la cómoda la ropa que acabo de planchar. Voy a por ella. No te preocupes-me dice poniendo su mano sobre mi hombro, al ver mi cara-vengo enseguida.

Me quedo sola en la habitación con el pequeño Finn. Nunca antes he tenido un bebe entre mis brazos, durante tanto tiempo y a solas. Cuando Prim era pequeña mi madre no me dejaba cogerla a menudo, por miedo a una horrible caída o ser demasiado brusca. Al principio estoy algo incómoda pero su dulce mirada me relaja. Acaricio su mejilla y le hablo. Le hablo sobre su padre, los inolvidables momentos que viví con él, le hablo de su valentía y la fuerza interior de Finnick, mi amigo. Los ojos se me inundan de lagrimas, bordeando mi cara, noto el salado sabor en mis labios. Un carraspeo de garganta, me saca de mis recuerdos, haciendo que levante la vista apartándola de esos ojos verde oscuro. Atrayéndome vertiginosamente hacia esos profundos ojos azules.