Capitulo 30: Pequeñas estrellas flotaban a mi alrededor

Hola tributos aquí tenéis el capitulo 30! 30 0.0 o dios mio cuantos capítulos la verdad es que no esperaba llegar ni a diez jaja :D deciros que aunque no lo parezca he estado toda la tarde escribiéndolo. Es un capítulo muy especial y la verdad me ha resultado muy difícil menos mal que tenía a mi ayudante y amiga Aneeta para  ayudarme en la Textil-Conver jaja :D bueno tributos espero que os guste tanto como a mí y que disfrutéis con ello :)

Bueno la canción del capítulo de hoy es elección de la nueva señora del Ipop Aneeta como sabéis si queréis oir vuestras canciones poner vuestras sugerencias en Música Cap que ha renacido jaja y nada más disfrutad de la canción. Es perfecta para el capítulo ¿a que sí?

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Pequeñas estrellas flotaban a mi alrededor. 

Peeta recorre mi cuello llenando de besos cada tramo. Pasa su mano por debajo de mi cuerpo, agarrando fuertemente mi piel desnuda. En un intenso arrebato me levanta de la cama dulce y agresivo a la vez. Ambos nos alzamos. Me agarro a su cuello y con la mano libre me aferro al dosel. Peeta me agarra por los muslos y de un pequeño empujón me sube hacia arriba enredando mis piernas en su cuerpo. No puedo parar de besarlo. Hay algo en él que me pide más. Todos los toques que realiza con sus perfectos dedos son tan mágicos para mí que hasta las cosas más extrañas pueden suceder en este momento. Peeta se mueve rápidamente y ambos chocamos contra la pared más cercana. Al mantener la mano todavía aferrada al dosel, tiro de él y acaba descolgándose por un lado. Se oye un gran golpe. Tal vez hayamos tirado algún jarrón o algo de decoración de la habitación. Pero eso ahora no importa. Él me atrae como nunca nadie lo había hecho. Obligándome a poner todos los sentidos y los que quedan por existir en él.

El hambre tira de mí enredo la parte inferior de la camiseta de Peeta entre mis delgados dedos y tiro hacia arriba. Paso la palma de mi mano por todo su perfecto y suave torso adueñándome de él a cada paso. Inclino mi cabeza unos centímetros y beso su pecho alterada. Acerco su cuerpo al mío, quedando entrelazados unos instantes. Apoyo mi cabeza en su hombro. Respiro profundamente intentando controlar mi ritmo cardiaco. Cuando estoy algo más relajada, me separo unos centímetros de él. Peeta rodea mi rostro con sus robustas manos desde mi barbilla y levanta mi cara para que lo mire directamente a los ojos. Mi corazón se vuelve a acelerar. Sin dejar de mirarme, casi sin pestañear se acerca lentamente a mí. Mordiéndome el labio y besándome con rabia y deseo.

Solo quiero que me sostenga en sus brazos y me ame como nunca ha amado a nadie. Solo quiero ser suya. Empujo a Peeta hacia la cama. Nunca he estado tan cerca de una persona de este modo. Un cosquilleo intenso no deja de subirme por la espalda. El me abraza y ambos caemos sobre la cama. La suave tela del dosel me roza la espalda. Peeta en un irreflexivo frenesí tira de él descolgándolo por completo. La tela blanca transparente rodea nuestros cuerpos. No hay nada que entorpezca entre nosotros. Solo hay un vulgar pero imprescindible obstáculo. Mis manos reaccionan en una rabia incontrolable apartándolo como si luchara en la terrible guerra contra el capitolio. La forma que tiene de reaccionar ante mi cada vez me llama más. Hasta la ropa desaparece quedando nada más que mis zapatos. Jamás me había sentido así. El hambre se apodera de todo mi cuerpo recordando la mezcla de necesidad e instinto para sobrevivir, la misma mezcla que ahora siento con Peeta. Todavía aferrada a él como una pequeña cría que busca protección en su madre le beso intensamente, sin cesar, en el cuello. Mi cuerpo se estremece junto al de Peeta. Noto los escalofríos desde la punta de los pies hasta la nuca. Recorriendo toda mi columna vertebral. Noto como los fornidos brazos de Peeta se tensan, agarrando con rabia las sábanas y el borde del colchón blanco.

Mis piernas comienzan a temblar energéticamente. Peeta lo nota. Acaricia mi cara. Tocando cuidadosamente mi mejilla con la yema de los dedos. Retiro los restos de textil que hay esparcidos por la cama.

-¿Estas nerviosa?-me susurra dulcemente al oído. Acariciando mí oreja con su nariz. Asiento varias veces. Peeta me mira y me rodea con sus brazos, palpando cada fracción de mi cuerpo. Cuando estoy a su lado todo es calma y bienestar ¿porqué estoy nerviosa? No debo estarlo. Lo quiero. Solo deseo unir mi cuerpo a su alrededor. Sentir que vuelo a su lado. Como una estrella fugaz. Sonrió y uno mi mano con la de Peeta aferrándome fuertemente a ella. A partir de hoy todo cambiará. El fuego que tengo en mi interior se esparcirá entre los dos y ya nunca quedará retenido solamente en mí.

Me dejo atrapar fácilmente en el profundo mar de los ojos de Peeta. Me acerco hacia él y lo beso. Un beso lleno de pasión y delirio que vuelve a encender en nosotros el hambre de la arena. Cierro los ojos regocijándome en esta preciosa aleación de deleite y dolor. Peeta me besa sin cesar y yo no quiero que cese.

Abro los ojos repentinamente. La luz cegadora me ha despertado por completo. Miro a los lados consternada pero la claridad de la habitación blanca me impide ver con lucidez. ¿Todo ha sido un sueño? La pregunta no deja de tronar en mi mente angustiada. Noto como algo se mueve a mi lado poniendo su brazo sobre mi piel, rozando mi ombligo. Dirijo la vista hacia esa dirección. Peeta duerme plácidamente a mi lado. Su espalda resplandece ante los bonitos tonos de luz que nacen por la ventana. La sábana blanca le llega por la cintura. No ha sido un sueño. Ha sido Real. Me acercó, colocándome de lado frente a él. Lo beso suavemente en los labios y acaricio las enredadas ondas de su pelo. Él enrosca su brazo en mi cuerpo acercándome aún más al suyo. Nunca he estado tan feliz. Ha sido tan especial, pequeñas estrellas flotaban a mi alrededor.