Capitulo 28. El aroma del bosque

Hola tributos! el capitulo estaba preparado desde ayer. Pero se me estropeo el internet y el portátil no me lo cogia. Esta mañana antes de comer se me ha arreglado. He hecho algunos cambios en el capitulo y lo he hecho más largo. Es uno de mis preferidos :) además es muy bonito ^^ espero que os guste y os resulte tan romántico como a mí :) como siempre disfrutad del capítulo. Lo he dicho en la anterior entrada pero por si acaso no lo habéis visto ;) el viaje al distrito 4 y el motivo por el que van es el suceso de Luba :)
 
Voy a abrir cuanto antes una nueva página donde pondré el cuestionario que tenéis que rellenar para ser mi ayudante. Cuando decida quien o quienes serán tendrán una entrada en esa página :) y nada más espero que os guste ;)

La canción del capitulo de hoy será la misma que la del próximo. No porque sea la segunda parte... sino porque me encanta y la historia sigue... más adelante lo entenderéis. He elegido esta canción por que es una de mis preferidas desde que la escuche. No por lo que signifique o deje de significar. Si no por lo que siento al escucharla :) para mi es mi canción.

28

El aroma del bosque

Peeta recorre mi cara con su puntiaguda nariz. Besa mi rostro muy tiernamente humedeciéndolo con sus exquisitos labios una y otra vez. Un torrente de emociones se despierta con sus besos buscando en mí la necesidad de entrelazar nuestros cuerpos. Lo agarro del cuello y lo atraigo hacia mí hipnotizada en sus ojos, como si se tratasen de dos irresistibles imanes. Peeta pone todo su peso sobre mi pecho obligándome a tumbarme sobre las suaves sábanas de la habitación blanca. Besa mi barbilla, baja unos centímetros mordiéndome intensamente el cuello. Todas las fibras sentibles de mi cuerpo cobran vida al instante, siento un cosquilleo en la nuca y la columna vertebral, el estomago se me hace un nudo y mis piernas comienzan a temblar. Nunca me había sentido así antes. Es su forma de besar. Con un beso deja marcada toda mi piel abriendo paso a la luz de mis ventanas oscuras, de mis horribles recuerdos. Lo siento latir dentro de mí. Acaricio su cabello suavemente, pasando cada onda entre mis dedos. Levanta la cara y me mira intensamente, como nadie me había mirado. Me aferro a su barbilla con ambas manos y me acerco a él besándolo sin piedad. Algo parece despertar en él, agarra mi pelo con fuerza y coraje. Introduciendo en él sus robustos dedos con rabia. Se separa de mí pero aún siento su respiración sobre mi labio superior. Fijo mi mirada en sus dilatadas pupilas de color añil reveladoras de una latente energía y una gran fuerza emocional.

-Disculpen-exclama una seria voz masculina en la habitación contigua mientras llaman tímidamente a la puerta. Peeta se pone en pie de un salto. Yo me siento sobre la cama, me coloco la vestimenta e intento descender los enredos que se han creado en mi nuca. Al final me doy por vencida, los aplasto con la mano. Asiento con la cara indicándole a Peeta que ya estoy lista.

-Adelante-dice Peeta aclarándose la voz.

Un hombre esbelto con un bonito traje de chaqueta negro abre la puerta. Tiene un gesto natural pero a la vez desagradable en su rostro, lo que invita a quitarle cualquier tipo de atractivo. Lo que más llama la atención de él son sus ojos, como dos joyas negras e imperiosas. Su voz era profunda, clara, de timbre un poco áspero.

-¿Desean los señores que les traiga algo para cenar?

-Si-exclama Peeta afirmando con la cabeza- ¿Qué te apetece preciosa?

-¿Estofado?-digo sin pensármelo algo ruborizada por el mero hecho de que Peeta me hable así delante de un total desconocido.

-Muy bien, tráiganos una botella de su mejor vino, estofado para ambos y…-dice Peeta mirándome-¿Qué postre?

-¿brownie?-exclamo lo primero que se me ocurre aguantando las ganas de pronunciar: “Tú”. Sonrió abiertamente al pensarlo pero rápidamente lo oculto con la mano para no crear ninguna sospecha a Peeta. No quiero darle la satisfacción de que sepa lo que pienso en estos casos.

-¿Todo claro?-pregunta Peeta dirigiéndose al hombre con una sonrisa amable en los labios. Siempre ha tenido un don especial para las personas. Sabe tratarlas, conseguir su atención y ser simpático.

-Sí, señor-exclama el hombre serio. Inclina la cabeza en un gesto de respeto y abandona la habitación rápidamente murmurando un conjunto de palabras para sí mismo que no alcanzo a oír.

-¿Tal vez una comida demasiado copiosa?-pregunto algo dudosa mientras observo como Peeta se vuelve a acercar a mí. Me besa en los labios y se sienta a mi lado poniendo su brazo sobre mis hombros relajados.

-No mucho-hace una breve pausa y esboza una sonrisa burlona-¿Quieres que hagamos hambre?

Me muerdo el labio y voy directa a su boca. El hambre que sentí en la arena cuando Peeta y yo nos besamos está más vivo que nunca en mi interior, suplicando… exigiendo más. Vuelven a llamar a la puerta. Enarco una ceja, miro en esa dirección.

-¿Ya?-pregunto algo enfadada. Han llamado en el peor momento. Peeta se levanta ágilmente, recorre la habitación y abre la puerta. Una chica de chaqueta de traje negro metalizado con una falda de tubo brillante algo incómoda empuja un gran carrito con enormes y preciosas tapas plateadas.

-Gracias-exclama alegre-Aquí tienen su cena. La cocina del tren es altamente rápida disponemos de ocho chefs en total. Han preparado su exquisita cena en diez minutos. El chef jefe a dispuesto todo para que sea de su agrado-dice mientras acerca el carrito a la gran bonita mesa de mármol blanco de la esquina derecha de la habitación y coloca los platos sobre ella. Peeta se pone a su lado y la ayuda a colocar la bebida. Ella niega necesitar ayuda pero Peeta insiste asique acaba cediendo. ¿Diez minutos? Yo diría que solo han pasado dos como mucho. El tiempo al lado de Peeta pasa ante mí sin darme cuenta. Frunzo el ceño al ver como los ojos de la chica lo observan con suma curiosidad. Me acerco para verla más de cerca. Tiene unos ojos almendrados adorables y unas pestañas muy largas que realzan la exquisita palidez de sus mejillas. Sus labios pintados de rojo apagado están ligueramente entreabiertos. He de reconocer que tiene una belleza exótica. Vuelvo a fruncir el ceño furiosa, al ver como la chica le sonríe tímidamente. Peeta le corresponde la sonrisa y las mejillas de la chica prenden en un rojo intenso. Posa sus ojos en mí, baja la mirada, se disculpa y sale rápidamente de la habitación. Peeta me mira interrogante.

-¿Ocurre algo? ¿Por qué se ha ido así?-pregunta pensativo llevándose la mano a la cabeza. Miro a Peeta molesta ¿no se ha dado cuenta de la actitud que tenia la chica en su presencia? Se encoge de hombros y agarra mi mano, arrimando mi cuerpo al suyo de un tirón-No importa. ¿Por donde íbamos?

-¿Cenamos?-le pregunto apartándolo de mi suavemente aún algo enfadada. De repente Peeta me coge en su regazo. Sobresaltada mi primera reacción es bajarme. Asique me remuevo constante pataleando como una niña pequeña, Peeta me agarra más fuerte y me calma-Quieta, es una sorpresa-me susurra al oído. Comienza a caminar y me obliga a quedarme en el pasillo, fuera de la habitación-Espera aquí, hasta que te llame-exclama cerrando la puerta sin dejarme un solo segundo para replicarle. Me cruzo de brazos y espero impaciente en el pasillo. Aprovecho para observarlo. Sus paredes son de un intenso color plateado. Es largo pero amplio. En el fondo hay una pequeña zona de descanso con dos sillones de cuero negro y una mesa de cristal entre ellos. Esbozo una sonrisa al fijarme en las puertas. Cada dormitorio es un color, por lo que cada puerta tiene su color correspondiente. Hay una enorme gama de colores desde el azul más intenso al naranja más apagado. Supongo que la puerta negro metalizado corresponde al dormitorio de Effie. Suspiro y me rasco la mejilla. Todavía no le he dicho nada a Peeta de lo sucedido con Gale. Tal vez no sea conveniente explicárselo ahora, parece feliz. No quiero estropearlo. Él lo ha dado todo por mí. Se merece lo mejor, no deseo echarlo todo a perder. Le regalaré el amor y la ternura que le corresponde.

-Katniss, ya puedes pasar-dice Peeta desde el dormitorio blanco. Agarro el picaporte decidida y abro la puerta lentamente. La cabeza comienza a darme vueltas. Me sujeto al marco de la puerta para no caer rendida al suelo. Cierro los ojos. La veta, la pradera. Su olor está impregnado por toda la habitación. Dejo que el aroma se introduzca por mis orificios nasales una y otra vez. Estoy algo confusa. Peeta me espera apoyado en la mesa de mármol blanco que ahora está situada en el centro de la habitación. Sobre la mesa hay dos grandes velones verdes de los cuales proviene el aroma del bosque. No hay más luz en la habitación. Me acerco con paso lento por temor a caer desmayada. Agarro la mano de Peeta. Él entrelaza sus dedos con los míos. Intento hablar con él, decirle lo agradecida que estoy pero ninguna palabra sale de mi garganta.

-Las tenía preparadas desde hace tiempo. Son velas caseras hechas con plantas aromáticas de la pradera. Me lo enseño mi abuelo cuando era pequeño. Pensé que te gustaría-dice mientras se encoge de hombros- este olor siempre me ha recordado a ti y…-no le dejo terminar la frase, lo abrazo comprimiendo cada hueso de su cuerpo. Junto su nariz con la mía-Gracias, es lo más bonito que me han hecho nunca.

Sus labios entreabiertos me besan dulcemente mientras sus manos riegan mi espalda de caricias. Peeta se separa de mí. ¿Cenamos?- susurra. Asiento con la cabeza. Antes de sentarme en la alta y alargada silla color hueso aspiro el aroma de mi campo como una fragancia de mil flores. Estos olores están impregnados en mi destino.

La cena transcurre con normalidad. Hacía tiempo que no comía mi plato preferido. Aunque no es el más conveniente para una cena, me resulta delicioso. Sorbo tras sorbo, acabamos casi con la botella de vino. Cuando mis labios lo tocaron por primera vez quedé maravillada. No es el típico sabor agrio y desagradable con el que me esperaba encontrar. Es fuerte pero con toques dulces. Tienen agradable olor a madera y su color es de un carmín intenso y su sabor varía entre el roble y las frutas. Yo diría que incluso tiene algún toque de vainilla. Cuando comenzamos con el postre las velas están casi enteras.

-¿Durán mucho?-pregunto interesada mientras el exquisito sabor del chocolate se deshace en mi boca.

-El triple que una vela normal-exclama Peeta orgulloso. Terminamos el postre entre risas y recuerdos vividos. El hombre serio y la chica vienen al cabo de unos segundos. Recogen la cena y se marchan en silencio. Cuando volvemos a estar solos en la habitación Peeta se acerca a mí despacio. Estoy feliz. Con él he encontrado la paz que estaba buscando.

-¿Me dejarás dormir esta noche para siempre a tu lado?-me pregunta acariciando mi barbilla.

-Siempre-susurro simplemente mirándole a los ojos. Peeta se gira dirigiéndose al otro extremo de la habitación. Coge un mando azul de la estantería más alta. Pulsa varios botones y la música comienza a sonar por toda la habitación. Es una canción preciosa los instrumentos encajan a la perfección. Es carismática y a la vez relajante. La voz femenina tiene un timbre extraordinario. Cierro los ojos y mi cuerpo se mece ante la música. Alejándome de la realidad. Vuelvo a percatarme de la presencia de Peeta cuando está a pocos centímetros de mí.

-¿Bailamos?

-No-digo negando con la cabeza-esas cosas no se me dan demasiado bien-Peeta se acerca, agarra mi cintura con una mano y con la otra sujeta mi mano.

-Solo déjate llevar.