Capitulo 12. Irresistible atracción

Hola tributos, aquí tenéis el capitulo 12. Es un poco corto, pero espero que os guste. Esta tarde no iba a poder escribir asique he hecho el esfuerzo y como os prometí aquí lo tenéis. 

Este capitulo va dedicado a las románticas como yo que me han pedido un beso en el próximo capítulo, aquí lo tienen :)

12.

Irresistible atracción

Aparta la mirada y la dirige al suelo. Creo que evita mirarme a los ojos. Asiente brevemente y se dispone a hablar.

-Katniss, no me ocurre nada. Son imaginaciones tuyas –dice en un tono casual, afirmando varias veces con la cabeza. Me acerco a él y lo agarro del brazo. No quiero ser pesada, pero tengo el presentimiento de que no está siendo sincero del todo.

-Peeta, sabes que no es cierto. Haymitch también se ha dado cuenta. Por favor, dime la verdad ¿es algo malo? –le suplico apartándole suavemente con la mano, la onda que le cae sobre la frente. Le obligo a mirarme a los ojos. Veo en ellos el profundo reflejo de una duda, una gran carga. Ahora más que nunca estoy segura de que me oculta algo- venga Peeta, confía en mí.

Le doy unos segundos para que recapacite y me responda.

-Katniss, es solo que yo…-murmura al fin, llevándose la mano a la cabeza- no quiero volver a perderte.

Me quedo bloqueada. No lo puedo creer. Lo cojo de la cintura y lo atraigo hacia mí, fundiéndonos en un bello abrazo. Apoyo mi cabeza sobre su hombro y lo apretó fuertemente contra mi cuerpo.

-Oh, Peeta. No pensaba que era esto ¡Me habías asustado! ¡Creía que era algo malo! – le digo, aparto la cara de su hombro y mirándolo a la cara –nunca me perderás. Siempre estaré aquí, para ti.

Me observada durante unos segundos y se acerca poco a poco. Hasta que noto su respiración sobre mi mejilla. Levanto la mano y le acaricio el cuello con el dedo. Me inclino hasta que mis labios rozan la suavidad de su piel. Recorro su cuello, beso tras beso hasta que llego a la comisura de los labios. Me aparto unos centímetros y miro sus preciosos y azules ojos. Son tan maravillosos. El brillo que ofrecen a la luz del sol roza la perfección, parecen irreales. Sumergida en el conjunto de sentimientos que me provocan sus ojos. Esa irresistible atracción. Estoy tan absuelta en ellos que no percibo como el rostro de Peeta se va acercando poco a poco, tanto que respiramos como una sola persona. Nos fusionamos en un precioso beso lleno de pasión y rabia. Noto como todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo cobran vida por momentos. Subo las manos por su pecho y las aferro a su cuello fuertemente, empujando su cabeza hacia la mía. No quiero que termine nunca este beso. El sentimiento que sentí por primera vez en la arena de los Juegos del Hambre vuelve a resurgir desde mi garganta.

Noto como las manos de Peeta bajan por mi espalda hasta mis muslos. Me alza en el aire y yo rodeo su cintura con mis piernas. Me apoya sobre la encimera dejando un brazo sobre mi cintura para sujetarme y llevando el otro a mi cabeza. Acariciándome el pelo.

-¡Ah! –grita Peeta de pronto. Me retiro asustada de su regazo y lo miro fijamente.

-¿Qué ocurre? –exclamo. De repente comienza a reírse fuertemente y señala con su dedo índice hacia abajo.

Lo miro durante unos segundos, y bajo la mirada hacia el suelo. El pequeño perrito tiene agarrado el pie de Peeta con la boca.

-¡No! ¡Suelta! –le regaño. Lo suelta y sale corriendo de la cocina atemorizado.

- No te preocupes, es muy pequeño. No controla la fuerza – me dice Peeta con una enorme sonrisa.

-¡Haymitch! –digo abriendo los ojos rápidamente. Estábamos tan envueltos en nuestro peculiar mundo que se nos ha olvidado por completo -¡ve tu! Yo termino de recoger la cocina –le digo dándole un beso en la mejilla.

Se va de la cocina hacia el patio trastero. Y yo termino de recoger y limpiar los restos de la cena. Una vez que he terminado. Dejo a escurrir los platos y las tazas sobre un paño y me seco las manos. Me dirijo al patio. Cuando estoy a punto de abrir la puerta, ya oigo las risas de Haymitch y Peeta. Sonrío. Agarro el picaporte y salgo al patio.

Peeta y Haymitch juegan con el pequeño perrito.

-¿Qué te parece Haymitch? ¿Te gusta mi perro? –le pregunto mientras me siento en la cómoda silla de madera.

-Sí. Pero ya le he dicho a Peeta, que de habérmelo dicho antes. Te podría haber dado un ganso. Están en época de celo y pronto nacerán. –dice Haymitch.

Peeta comienza a reírse sin parar. –Haymitch te lo agradezco, pero creo que prefiero el perro. Me hará compañía para salir de caza. ¿Verdad, que sí? ¡Ya no tendré que ir sola! –le digo mientras acaricio al suave perrito. Miro a ambos y noto como Peeta se pone tenso.

-Bueno chicos, creo que es hora de irme –dice Haymitch levantándose de la mesa- espero volver a veros pronto.

-¡Pues claro que nos veremos! –le digo dándole unas palmadas en la espalda. Peeta y yo lo acompañamos a la puerta y permaneciendo unos segundos en la entrada viéndole marchar.